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lunes, 17 de febrero de 2014

El origen de la leyenda

Aderk

Abrid vuestra mente, oh gran señor, pues la historia que os voy a contar jamás ha sido escuchada por oídos mortales…

-El sonido de mil violines comenzó, las voces de bardos pasados se empezaron a escuchar entre las paredes del castillo, en resonancia, en la armonía tan característica que inunda al viento con los árboles, el agua con la roca, la luz con la oscuridad. Las llamas se hicieron cada vez más tenues hasta quedarse en una sombra de lo que fueron, y una voz grave y antigua de repente escapó de los labios del ahora, sombrío juglar…-

En un reino olvidado por el tiempo, lejano por la magia y no por el espacio, nació una hermosa criatura. Sus ojos eran azules como el reflejo del agua en un día de sol, su cabello tan brillante y cambiante como las cuatro estaciones, como los cinco elementos. Nació a las 12 de la madrugada con el comienzo del alba, con el comienzo de la luz, de la vida. Su nombre, Ariel, su destino, marcado por el fuego.
Sin embargo no solo su luz fue la vista aquel aciago día. Justo antes de la doceava campanada que marcaría el comienzo del siguiente amanecer nació un niño cuya estrella vio firmar su sentencia. Con unos ojos irisados, un cabello tan oscuro como el ónice decantado por níveas puntas, este ser nacido entre la vida y la muerte contempló la firma de una guerra que, como todas, se basaba en el alcance de un poder absurdo, de una razón banal y estúpida.

-De repente la melodía cambió a una tonalidad decadente y funesta, mientras que un viento álgido inundó la magnífica y lúgubre sala-


Al igual que copos cayeron aquel día
Lágrimas de sangre se derramaron
La muerte tocó a la puerta de ambos reinos,
Unos reinos desolados.

Así la mirada de Ariel esculpía
Miles de luces que clamaron
Una paz que exigía en su sino,
Un futuro esperanzado.

Mas el otro ser nacido ese día,
Al que Derek llamaron,
Fue inculcado en aspectos mohínos,
Y de pensamientos atados.


-Tras recitar estos oscuros versos, la melodía volvió a sus inicios aunque la sensación de que la historia prosperase ya se había perdido-

Muchas rosas se helaron, mi rey, e innumerables ríos fueron formados con sangre, esperanzas olvidadas y un iluso patriotismo. Empujados por un rencor cuyo origen ya no existía, las batallas se fueron sucediendo sin un final aparente. Y así, los espíritus decidieron dejar esas tierras de lado, quedándose solo un extraño ser que provocó un invierno eterno.
Así dieciséis inviernos interminables pasaron mientras que la mirada triste de ambos sucesores se posaba desde muy temprana edad en cadáveres de seres que moraban en su joven pero a la vez, viejo corazón. No existió infancia, la felicidad tan efímera como una flor de cerezo, como una flor de lis, era una mera ilusión que les brindaban unas murallas. Mientras que sus padres, enfrentados y ciegos de rencor y odio sacrificaban todo cuanto tenían.
A pesar de todo, Derek cayó en la misma necedad de su padre yendo así numerosas veces a la batalla con un lema tan inepto como su propio pensamiento: “¡Que la verdad cure nuestras heridas y someta al enemigo!”

-La música volvió a bajar pero ahora, más fuerte, más embravecida, como si una batalla se librara entre los violines y las voces-


Con tanto arrojo luchaba el príncipe,
Que conocido fue por todos,
El diablo a caballo decían unos,
Un arcángel justiciero decían otros.

Sin embargo Ariel también fue partícipe,
Curaba con su magia en esos períodos.
Así la conocían como santa unos,
Como nigromante otros.


- El son de los violines transportó a la sala hacia una trágica calma-

En ambos reinos la disputa cada vez se acrecentaba, oh humilde señor, las familias ya no lloraban, desaparecían. Todos luchaban sin excepción, ya por recursos y no por devoción, mientras que la situación se hacía insostenible. La madre de Ariel fue gravemente herida y murió en una batalla, así que su hija tuvo que relevarla en los enfrentamientos como sanadora.

-Se hizo una pausa casi interminable mientras que el insólito juglar esbozaba una siniestra sonrisa-

Y así, gran rey, es como los espíritus, la magia o la mismísima casualidad hizo acto de presencia.

-La melodía se tornó rápida, las palabras empezaron a salir veloces de aquella intrigante voz, todo parecía ir demasiado apresurado-

Estaban rodeados, cientos de soldados enemigos rodeaban su diligencia. Ariel parecía perdida. Pero estaban muy equivocados, oh magnificiente soberano, no sabéis cuanto. Ella nunca había sido entrenada para ser sanadora, en realidad, ella había adoptado esa función por voluntad propia. Era, al fin y al cabo, la próxima monarca, quien dirigiría la guerra en caso de morir ya su padre. Por ello sabía cómo hacer daño con su magia, un daño letal.
Sus caballos retornaron hacia el oscuro bosque, donde era más poderosa. Un soldado cayó abatido por una flecha rival. Una flecha que venía marcada por el sello de la casa real enemiga. Ariel sonrió para sí, satisfecha de aquello. Otro soldado cayó, esta vez debido a que su caballo no fue lo suficientemente veloz -hubo una pausa dramática seguida de un tono sarcástico-. Solo quedaban tres. Más que suficientes ya que el enemigo había caído en la trampa. El bosque los había dividido y aquella muchacha de aspecto inocente se encontraba en su terreno. No saldrían vivos de allí. No estando en el dominio de una elemental.
Recogió la flecha del soldado muerto ya que su corcel había sobrevivido y había cabalgado a su lado. Unas palabras más antiguas que el propio mundo brotaron de sus hermosos labios y rápidamente supo dónde se encontraba. Si tenía suerte acabaría con aquella estúpida guerra matando a un solo hombre. Lo detestaba pero no tenía otra opción, o al menos eso pensaba.
Ágil como una liebre llegó a su destino. Y al ver su objetivo tuvo que evitar reírse. Estaba solo, el muy prepotente se creía lo suficientemente poderoso como para matarla allí. La batalla fue rápida. Ariel convocó su magia atando los pies de Derek y este, despistado no pudo ni siquiera cortarlas debido a que ella cayó sobre él como un rayo. Sin embargo sus dagas no llegaron a tocar su cuello.
Sus miradas se cruzaron y sintieron que se conocían, que hacía una eternidad que sus almas no se encontraban. Y lloraron abatidos sin razón aparente. Lo que no sabían, oh soberano de este reino, es que sus destinos habían estado unidos desde su nacimiento.

-Una melodía que mezclaba tanto tristeza como alegría, que convocaba una resignación esperanzada, inundó la habitación-

Y así, en un mundo en el que las palabras no existen, dijeron basta.
Una diligencia llegó por el oeste, otra por el este. Cada una presidida por los reyes que habían iniciado esa desafortunada guerra. Mientras que los caminos, sin ningún motivo evidente se descongelaban despejándoles el camino, los reyes, sus padres, llegaban al bosque encantado.
Ariel y Derek caminaron despacio, juntos y a la vez distantes, mirando al futuro y olvidando el presente. Sus ojos se miraron por última vez y sus almas se fundieron en un único beso. Después, empujados por lo inexplicable, Ariel comenzó a cantar y Derek comenzó a tocar un instrumento tan antiguo como extraño, un regalo de un viejo amigo.

-El aria se tañó triste y desoladora a la vez que infundía una paz irrevocable-

Su voz imploraba esperanza,
Su melodía clamaba alianza,
Un llanto eterno,
Una súplica sin pausa.

Cuatros espíritus les escucharon,
Y un deseo otorgaron:
Ella se hizo de piedra,
Él, custodio inmortal.

Pero la paz y la vida volvieron
A aquellas tierras que tanto sollozaron.

Cuando ambos reyes vieron lo ocurrido, no pudieron más que lamentar su pérdida y convocar una alianza. Ambos reinos al fin se hicieron uno, pero no por conquista sanguinolenta, sino por empatía verdadera.

-Las cadencias se tornaron antiguas y populares, dando a la voz del juglar un matiz de narrador de cuentos para niños-
Así, los lugareños de aquel lejano y a la vez contiguo lugar, volvieron a ver florecer los campos, al igual que sus sonrisas también brotaron con una alegría desconocida ya por todos. De este modo el  1 de enero, día en que ambos héroes nacieron y a la vez murieron, se comenzó a celebrar una fiesta en su honor: “Aderk”. Con el tiempo esta historia pasó a ser un mito, y después leyenda.

Quizás el futuro haga que sea cierta o no,
Quizás el pasado os diga si os miento o no,
Pero una cosa es cierta mi rey,
Las muertes creadas no lo son.

Con estos versos el indescriptible juglar desapareció de la sala al mismo tiempo que empezaron a sonar las campanadas de aquel nuevo año. Sin embargo algo turbó la expectación que se había creado:

-¡Señor, la reina ha dado a luz, y le ha dado por nombre a su hija Ariel!


Sin embargo ya nadie se acordaba de la historia de aquel ser…

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Aquí el final de una pequeña historia dentro de la ensoñación de un mundo fantástico. Como no sé si escribiré dicha ensoñación algún día y me encantaba esta historia, me decidí a escribirla. Espero que os guste tanto como a mí y que el tiempo que os he robado no haya sido en vano.
Muchos saludos! ^^
Pd: en período de reforma, se admiten comentarios y sugerencias, gracias :D

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